“Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve
al primer amor.
La vieja calle
donde me cobijo
tuya es su vida,
tuyo es su querer.
Bajo el burlón
mirar de las estrellas
que con indiferencia
hoy me ven volver”.
Comencé
a cantar parte de la canción, y al terminar solo reímos los cuatro, y seguimos
en nuestra charla, pero había algo. Ése momento, había sido tan excitante, que
tenía en la mente, pedazo de imágenes y sentimientos. Una sensación que invadía
mi cuerpo.
Llegando
al lugar donde sería la fiesta. Saludé a mi amiga Carolina, la festeja, y
platicamos por un momento. Comenzó la cena, el baile y con estos la diversión.
En mi mesa se encontraban algunos amigos y otros desconocidos, también, los dos
chicos que habíamos visto anteriormente en las escaleras de la iglesia.
Salí
a la pista de baile y comencé a brincar, como si quisiera alcanzar el techo del
salón. Por un momento gire mi cuerpo hacia la mesa, donde estaba mi lugar, y vi
que Yara estaba platicando con uno de los chicos. Sentí una emoción tan fuerte,
que mi piel comenzó a enchinarse. Regrese a mi asiento y escuche que gritaban
mi nombre, “Edgar”. Volví a girar mi cabeza; allí estaba Yara junto a él.
Sonreí y me dijo “ven”, no espere más y fui hasta su lugar. Se presento con el
nombre de Dante, y pregunte como es que sabía mi nombre; Me dijo que Yara le
había dicho mi nombre, mis gustos y algunos chistes. Comenzamos a platicar
sobre la fiesta, la música, la vida, algunas drogas, la religión y la familia.
Mientras él me preguntaba, si quería tomar un vaso más con tequila a lo que yo
respondí, claro y preciso, si.
Eran
las dos y media de la mañana, y seguíamos hablando y tomando. Llegó Carolina,
preguntando si queríamos ir a su casa para seguir la fiesta. Yo me encontraba en
un estado de ebriedad, pero acepté la propuesta y salimos del salón. Yara
estaba cansada de bailar, y más porque tenía puestas unas zapatillas, con un tacón
que media diez centímetros.
–Dante
pregunto si queríamos irnos caminando, que no era muy lejos a donde teníamos
que llegar.
–Yo
conteste que era muy tarde para irnos caminando y que era peligroso.
–Él
respondió con tanta estupidez “bueno yo decía, para que conozcan”. Reí por un
momento y Yara junto a mí.
–Ella
dijo, que no podría caminar más con esas zapatillas.
–Él
contesto que le prestaba sus tenis.
–Yo
pregunte que si se iría descalzo y dijo que sí. Yara tomo la palabra y dijo que
todos nos fuéramos descalzos, sonreímos los tres reímos y aceptamos.
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